Por los cien mil pasos en falso que di por tus caderas, por convertir tus movimientos en los dueños de mi métrica, por creer en la eternidad que me prometían tus besos, y no eran más que eso, promesas que al reverso no tenían nada de cierto, por querer hacerte letras cuando eras universo, regalarte las estrellas cuando eras tú quien las llevabas dentro, y acabar abriendo mis alas grandes para volar por tu cielo. Por ser recuerdo y olvido, juez y testigo.
Mi lápiz ya me dice que no te escribe más versos, que está cansado de terminar siempre en el mismo juego.
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